Crispación

Viernes, 26 Abril 2024 21:10

Estamos viviendo en nuestro país unos tiempos políticos que, seguramente, a nuestros conciudadanos europeos les pueden parecer totalmente desorbitados y surrealistas, dignos de una barbarie medieval o de unos necios sin escrúpulos que piensan que todo vale con tal de derrotar al adversario. Y no es así, o al menos algunos creemos que no debe ser así. ¿Dónde están los tiempos políticos en los que Fraga le daba la mano a Carrillo, o al revés?

Yo no pienso que cualquier tiempo pasado fue mejor, sin embargo veo lo que está ocurriendo ahora y, al menos en ese aspecto, sí creo que hace cuarenta años se hacía una política diferente, una política digna de lo que debe ser, o debe considerarse, el hacer política.

No voy a absolver al PSOE de ciertos modales que ostentan en sus actuaciones, aunque me hizo mucha gracia, por ejemplo, la intervención de Óscar Puente en el Congreso —como si fuera el ariete de Sánchez— hablando de tú a tú con Feijóo. Un Óscar Puente que ha duplicado a sus seguidores desde la sesión de investidura de Alberto Núñez Feijóo, lo que nos sirve de indicador para valorar también la idea de los ciudadanos.

No, no voy a justificar ciertas actuaciones socialistas, como en su día no justificaba tampoco la acritud de Pablo Iglesias, ni mucho antes la aspereza de Alfonso Guerra, que parece que ahora es el cordero más manso del rebaño. La brusquedad y la irritación siempre las he denostado, aunque hay acritudes que se pueden perdonar, porque tiene cierta gracia el que rocen la ironía más delicada y más elegante.

Sin embargo lo que no es justificable de ningún modo es la crispación permanente de una derecha que ni hace política ni deja hacer, como el perro del hortelano. No conciben que pueda estar gobernando una izquierda; que se aprueben leyes que amplían los derechos de la ciudadanía, leyes a las que ellos se oponen, pero de las que luego se benefician. Frente a todo esto, es normal que aparezca de vez en cuando un Óscar Puente, que con una ironía fina se encara a un Feijóo que parecía una cosa (como lo parecía Rajoy antes de ser presidente) y luego se ha convertido en otra; o que salte al estrado un Labordeta cabreado que es capaz de «mandar a la mierda» a todos esos que se reían de él y no le dejaban hablar; o un Alfonso Guerra (en su tiempo) azote de la UCD y de AP.

El PP ni es ni representa el centro derecha, como ellos dicen ser, está radicalizado con ademanes ultras, tanto como Vox; y no hablemos de Madrid, porque la «muñeca diabólica», que es dirigida por el ventrílocuo de MAR, está en otra Galaxia, aunque le guste la fruta, vaya de modosita y pueda, como dice, dormir con quien ella quiera.

Señores de la derecha, si quieren gobernar el país, dedíquense a hacer política, a promover leyes justas que beneficien a la ciudadanía, no vayan hacia atrás como los cangrejos y quieran quitarnos todos los derechos adquiridos, que no perjudican a nadie y sí benefician a muchos. Y olvídense sobre todo de la crispación en la que están instalados permanentemente y que contagian a otros grupos políticos y a los ciudadanos de a pie.

La política es algo muy serio. No se debe banalizar, porque de superficialidad y de trivialidad ya están las calles llenas, y no es cuestión de fomentar aún más todo eso, sino de hacer que el país progrese y sus individuos sean cada vez menos ignorantes, más libres y más responsables; que se encuentren suficientemente representados por los políticos que han elegido y que se olviden de todos esos enfrentamientos continuos a los que nos tienen acostumbrados, que no conducen a nada positivo, empobrecen la convivencia pacífica y menoscaban las relaciones.

Este es el último artículo de opinión que escribo para este rotativo, desde que Nacho me propuso hace unos diez años escribir en El Económico cada semana. Como todos sabéis, el periódico cierra sus puertas por jubilación de su director, y muchos vamos a lamentar el no poder seguir teniendo una ventana abierta a nuestras reivindicaciones, nuestros lamentos o nuestras críticas. Durante estos diez años he intentado comentar siempre alguna noticia puntual, haciendo hincapié en lo político, lo social, lo religioso o lo cultural, por encima de lo literario que es, como sabéis, a lo que fundamentalmente me dedico. Siempre he pretendido ser honesto con mi posición, decir lo que en cada momento me dictaba el corazón, pero sin poner «tildes» en todo aquello malsonante, zafio o vulgar.

Cada uno tiene una manera de decir las cosas y un método para expresarlas, pero a mí siempre me han parecido poco elegantes las imprecaciones, las irreverencias, las groserías y las injurias, por no hablar de los agravios y las ofensas. No es ese mi estilo. Nunca lo ha sido. Recuerdo un dicho que dice: «Se saca más besando que mordiendo», y creo que eso es fundamental en la vida.

Hay que estar agradecido a lo que tenemos, sea poco o mucho. Para vivir tampoco se necesita tanto. Pero somos avariciosos y egoístas, y todo nos parece poco. Sin embargo, cuando lleguemos a la meta de nuestra vida, vamos a cruzar al otro lado sin nada material junto a nosotros, y eso es lo que deberíamos valorar aquí, en este lado del circuito que cada día recorremos; porque todo lo positivo que hagamos por los demás es lo que se va a recordar de nosotros. El resto, no va a tener ninguna validez.

Muchas gracias a todas las personas que han leído, semana tras semana, mis artículos, y muchas gracias a todas las que de alguna manera me han expresado su gratitud y su afecto. Siempre me tendréis aquí, en nuestra población, con una sonrisa en los labios y el ánimo alegre, como creo que, modestamente, deberíamos todos mostrarnos ante los demás. Un abrazo, y hasta siempre.


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